Rendimiento:
Se refiere a las características básicas de un producto (por ejemplo, el funcionamiento de un coche o de su velocímetro).
Características:
Los “extras” añadidos a las características básicas del producto (en un coche, el CD estéreo o el tapizado de cuero).
Fiabilidad:
La probabilidad de que el producto funcione correctamente dentro de un período de tiempo determinado.
Conformidad:
El grado en que el producto cumple con los estándares preestablecidos.
Durabilidad:
Cuánto dura el producto. Su esperanza de vida antes del reemplazamiento.
Servicio:
La facilidad para conseguir reparaciones, su rapidez, y la cortesía y competencia del que hace la reparación.
Estética:
El modo en que el producto se percibe a través de los sentidos.
Otras percepciones:
Percepciones subjetivas basadas en el nombre de la marca, en la publicidad, etc.
En general, todas estas características son ponderadas por el cliente en relación al precio del producto. Los consumidores pagarán por el nivel de calidad que pueden permitirse. Si sienten que reciben aquello por lo que están pagando, entonces tenderán a estar satisfechos con la calidad del producto.
Todas estas cualidades son importantes y deben ser consideradas por el fabricante a la hora de diseñar el producto, a fin de cumplir las expectativas del cliente respecto a la calidad. Por este motivo, es fundamental investigar a los posibles clientes para saber la clase de productos que desean y el nivel de calidad que esperan. Una vez hecho esto, es preciso incorporar estas características al diseño del producto, y que el departamento de producción las implemente adecuadamente, para asegurar que finalmente los consumidores se encuentren con el nivel de calidad esperado.
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